Apolo, dios romano del sol, la música, la poesía y la belleza, se burlaba de Eros (Cupido) por su ocupación y vestimenta. Eros era uno de los tantos hijos de Afrodita. Sus burlas estaban motivadas por el hecho de que Apolo se sentía superior, ya que los humanos utilizaban algunas características del dios del sol para expresar el amor (poesía), en vez de las de Cupido. Eros, cansado de sus “pitorreos”, idea un plan y le dispara una flecha de amor puro a Apolo y una flecha de desamor a una ninfa que pasaba justo al lado de donde ellos estaban. La pobre “chica” era Dafne que al ver al dios Apolo, descontrolado por el efecto de la flecha, persiguiéndola, (aparte de sentir repugnancia por el efecto de su propia flecha) se sentía en grave peligro. Él se acercaba, sin control de su deseo. Cualquier opción, incluso la de tomarla por la fuerza, tenía cabida en su mente. Dafne corría desesperada para que Apolo no la alcanzara. En esa persecución, la ninfa decidió, rezar a todos los dioses que ella conocía. Por casualidades del destino, la diosa Artemisa, hermana de Apolo, acudió al rescate y convirtió a Dafne en un árbol, en un laurel, concretamente. Apolo nunca podría poseerla. Él, devastado, arrancó una rama y hojas de ese árbol para crear una corona de laurel y llevarla por siempre a todos lados como recuerdo de ese amor.
Este mito es uno de los tantos que han sido motivo de inspiración artística a lo largo de la historia. Bernini y su famosa escultura es un ejemplo. El poema del escritor renacentista Garcilaso de la Vega es otro.
Otras creaciones, vosotros decidiréis si son artísticas o no, se han realizado en la asignatura optativa de Cultura Clásica, donde además de los mitos clásicos trabajamos la creatividad y la expresión. Aquí tenéis algunas de las actividades donde estos preceptos quedan plasmados.
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